lunes, 23 de noviembre de 2009


El ADN del maíz es más complejo que el humano

Campo de maíz de la variedad B73. | Science

Campo de maíz de la variedad B73. | Science

La planta del maíz ('Zea mays') ha sido domesticada por el hombre durante los últimos 10.000 años. Durante ese tiempo se ha convertido, junto con el arroz y el mijo, en uno de los tres cereales más cultivados del mundo, tanto para la alimentación humana como para la fabricación de piensos para animales o de biocombustibles. El aumento de este cultivo está ligado al desarrollo de variedades mejor adaptadas a las necesidades de cada lugar. Sin embargo, aún no se conocía la secuencia completa de su genoma. Ahora, un equipo científico internacional ha descifrado la totalidad de su ADN, lo que podrá tener importantes consecuencias en el desarrollo futuro de variedades resistentes a condiciones ambientales extremas como las altas temperaturas o la sequía.

Los resultados de esta investigación, que han sido publicados este viernes en la revista 'Science', muestran una de las secuencias de ADN más complejas de cuantas se han descifrado hasta la fecha. Según los propios investigadores, se trata de un batiburrillo de 32.000 genes insertados en 10 cromosomas, lo que contrasta con los cerca de 20.000 genes humanos ordenados en 23 cromosomas. Además, la longitud del genoma completo es muy parecida a la del humano con 2.300 millones de unidades básicas (nucleótidos), mientras que el humano tiene unas 2.900.

En 2008, ya se publicó un adelanto de este trabajo realizado por los mismos investigadores y con la misma variedad llamada B73. En aquella ocasión se estimaba que la planta tenía alrededor de 50.000 genes. Sin embargo, cuando los científicos procedieron a ordenar los miles de segmentos analizados para formar la secuencia completa dentro de los 10 cromosomas se encontraron que estaba formado por una compleja mezcla de secuencias repetidas múltiples veces y que el número total de genes era menor de lo esperado: 32.000.

"Secuenciar el genoma del maíz ha sido como conducir kilómetros y kilómetros por una carretera desolada con la presencia muy esporádica de señales de tráfico", asegura Sandra Clifton, una de las investigadoras del trabajo perteneciente a la Universidad de Washington. "Además, teníamos un mapa muy rudimentario para guiarnos que, debido al gran número de repeticiones del genoma, hacía que algunas de esas señales estuviesen equivocadas".

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